7 de diciembre de 2010

Directo a su conciencia

Disciplina al escuchar

Al que responde palabra antes de oír,
Le es fatuidad y oprobio. Pro 18:13 

Todo hijo de Dios, debiera conocer bien el arte de llevar una conversación, pues por medio de ello cultiva buenas relaciones con las personas que trata y a quienes pretende ministrar. Sin saber escuchar será muy difícil que conozca las particularidades de la gente, con sus luchas y sus ilusiones. Por eso el Señor dice: Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar. Stg 1:19
Uno de los aspectos que debe manejar el que desea cultivar el arte de la conversación es saber escuchar a la otra persona, precisamente porque consiste en un intercambio de palabras entre dos personas y no un monólogo. A la mayoría de las personas les gusta hablar  y hablar pero muy  poco les gusta escuchar. 
Dios nos enseña en Proverbios 18:13 utilizando dos adjetivos para describir lo que pasa  al que se apresura a hablar antes de que la otra persona haya terminado de decir lo que tenía que compartir, estas palabras son  Necedad y vergüenza. ¿Por qué se refiere en términos tan duros al simple hecho de interrumpir a alguien  antes de que termine de hablar?
En primer lugar, porque el interrumpir revela una falta de aprecio y respeto por la otra persona.                        De hecho, le estamos diciendo que lo que yo tengo que decir es más importante que lo que el está compartiendo. Tan importante pareciera ser lo nuestro que ni siquiera podemos darle a la otra persona la oportunidad de expresar sus propias ideas.
En segundo lugar, si no permito a la persona hablar no voy a tener la oportunidad de entender claramente lo que me está tratando de compartir. Si no tengo todos los elementos que necesito para evaluar el contenido de su mensaje no puedo contestar u opinar con inteligencia. No obstante, con frecuencia   

actuamos como si fuéramos adivinos, creyendo que sabemos lo que la otra persona va a decir. Incluso le decimos: «ya sé lo que me vas a decir», como si poseyéramos algún atributo especial que nos permite leer los pensamientos de ellos y adelantarnos a sus palabras. En ocasiones hasta intentamos apurar la marcha de la conversación completando las frases del otro. En más de una situación, sin embargo, lo que decimos es completamente diferente a lo que el otro quería expresar.
Cuánto mejor resultaría guardar silencio y escuchar con atención. Esto significa no solamente no interrumpir, sino también resistirse a la tentación de hablar antes de tiempo y de comenzar a elaborar una respuesta en nuestras cabezas sin argumentos.
Cuando disponemos todo nuestro ser a escuchar atentamente a la otra persona, muchas veces nuestras preguntas se contestan solas a medida que habla. Y no solamente esto, sino que comenzaremos a percibir también el espíritu con que nos habla, la intención de sus palabras y el mensaje detrás de ellas. Esto es, en últimas instancias, la información más valiosa que podemos obtener, pues nos permitirá hablar, cuando llegue el momento, al corazón de ellos. Por esto cuando escuchamos atentamente al Maestro de Galilea, sus dichos calan profundamente en nuestros corazones. Ya que los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos  a sus oraciones Sal34:15  Dios siempre esta dispuesto a escucharnos.  Y usted. ¿que tan dispuesto esta a escucharlo a El? 
Para pensar:
¿Cuál es su punto de partida para evaluar su sensatez?, ¿por lo que tanto habla o por lo que tanto escucha?

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