10 de julio de 2011

Directo a su conciencia

NO SEA SABIO EN TU PROPIA OPINIÓN

Proverbios 3:5-8 Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo,     
Y refrigerio para tus huesos. 

La noche estaba oscura, en medio del desierto. El aullido de los chacales la volvía más tétrica y asustadora. Tres jinetes cabalgaban en silencio, aprovechando que el sol dormía. Caminar durante el día sería suicidio; nadie podía soportar las inclemencias del calor. Al llegar al lecho seco de un río, el guía les ordenó: ¡Alto! Los tres jinetes obedecieron al instante. Habían prometido al guía que lo obedecerían en todo, aunque las órdenes fuesen, en apariencia, sin sentido, al fin y al cabo el era que conocía el camino para salir del desierto con vida y de la mejor manera.
A pesar del cansancio, los jinetes bajaron de los caballos y llenaron sus bolsillos con  piedrecillas del rio seco, en medio de la oscuridad, conforme a la orden del guía. ¿Para qué?, preguntaban en su corazón; ¿por qué no aprovechamos más bien la noche para avanzar en lugar de perder tiempo?  Después de esta aparente orden sin sentido continuaron el viaje descontentos, refunfuñando en su interior; molestos con las órdenes incoherentes del extraño guía beduino
. En medio de las sombras, mucho antes del amanecer  y después de cinco horas de camino se escuchó la voz del guía: Sigan por esta ruta en cuatro horas, al salir el sol, ustedes estarán felices de estar solo a una noche más para salir  del desierto, pero al mismo tiempo estarán tristes. Ah y no voten las piedrecillas aunque les incomode en los bolsillos”. Y se devolvió.  Los jinetes continuaron  avanzaron solos, extenuados por el viaje agotador; al ver que el guía no les acompañaba, los tres decidieron deshacerse de las  piedrecillas, dejando unas dos nada más  porque les incomodaba y no  hallaban razón de ser el cargar más peso.
Las horas pasaron. El sol salía, esplendoroso y brillante. Era hora de detenerse y descansar para enfrentar la última jornada que los sacaría del desierto, Pero… Al bajarse, intrigados metieron las manos en el bolsillo, para ver las piedrecillas, que habían cargado en sus bolsillos. Cuál sería su sorpresa ¡no podían creer lo que veían! Eran diamantes de mucho valor: Pero inmediatamente la tristeza se apoderó del corazón. ¿Por qué no habían recogido más? ¿Por qué no aceptaron las órdenes del guía, sin reclamar? ¿Porque habían votado prácticamente todos los diamantes?
El corazón obstinado y soberbio
del hombre es así. Caminamos en el desierto de un mundo lleno de tinieblas, y no queremos obedecer las instrucciones de nuestro guía divino, solo él puede guiarnos por donde andar, decirnos lo que debemos atesorar, aunque  parezca incomodo y molesto a nuestra vida.  Pero…  Cuántas veces pensamos que las instrucciones de su palabra son muy duras.  Cuántas veces discutimos sus maravillosos designios. Vez tras vez, incluso, pensamos que es injusto al permitir que el dolor llegue a nuestra vida, y actuamos basados en nuestro propio parecer, desechando los diamantes de su sabiduría eterna.  Pero, el sol del día eterno llegará, cuando Jesús aparezca en las nubes de los cielos; ese día entenderemos que las piedrecillas que cargamos y nos incomodaban tanto eran los diamantes más preciosos que Dios utilizo para dar pulimiento, valor  y sentido a nuestra existencia. Es verdad que ninguna disciplina al momento parece motivo de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Temamos a Jehová y no seamos sabios en nuestra propia opinión, porque será medicina para nuestro cuerpo  y refrigerio para nuestros huesos. Heb 12:11// Pro3:7-8

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