24 de octubre de 2010

Directo a su conciencia

Los dos potrillos

Esta es la historia de dos potrillos que eran hermanos y disfrutaban de la vida al aire libre correteando por las praderas. Un día, ambos fueron enlazados y llevados a las caballerizas del rey. Su libertad había terminado. Pronto comenzó un período de estricta disciplina, que para ellos fue un largo y doloroso proceso. Jamás imaginaron que existía tal cosa.  De pronto, uno de ellos se rebeló, y dijo:
-Esto no es para mí. Me gusta la libertad, las verdes montañas, los arroyos de agua pura y fresca. Y sin decir nada más, saltó el muro de su encierro y escapó.
Extrañamente, el entrenador no hizo nada para traerlo de vuelta y dedicó todo el tiempo a entrenar al que se había quedado. Fue un adiestramiento eficaz, ya que el potrillo, en obediencia, aprendió hasta los más mínimos detalles que le enseñó su entrenador. Después de un tiempo, estaba listo para la tarea para la cual fue preparado; le colocaron los arneses y lo pusieron en la carroza del rey junto a otros 5 caballos.
Un día, iba la carroza del rey engalanada, por el camino real. Los seis caballos, con adornos de oro en sus cuellos, y campanillas de oro en sus patas que, cuando trotaban, sonaban dulcemente. Y desde lo alto de la colina, un potrillo observaba todos los movimientos. Al acercarse a la carroza, reconoció a su hermano y le dijo: 
-¿Por qué han honrado a mi hermano de esa manera, que habrá hecho para semejante honra? ¿Por qué escogieron a mi hermano y no a mí?
Uno de los caballos de la carroza contestó:
-El simplemente se sujetó libre y voluntariamente a la voluntad y a la disciplina de su maestro y tú te rebelaste.
Poco tiempo después, una tremenda sequía azotó al país. Los arroyos dejaron de fluir y los pastos se secaron. Sólo se podía ver desolación y tristeza. El potrillo salvaje corría de un lado a otro tratando de conseguir algo qué comer y beber, pero el panorama era desolador. Se sentía débil y mostraba signos de desnutrición. De pronto, vio a lo lejos la carroza del rey. Su hermano iba con los demás caballos fuerte y erguido, con sus atavíos de oro.
Sacando fuerzas, en su debilidad, le gritó. -¡Hermano mío! ¿Dónde encontraste el alimento que te ha mantenido tan fuerte y robusto en estos días de hambre? “En mi libertad,” recorro todo el valle tratando de comer y beber, pero no logro conseguir nada.
¿Dónde consigues tú, en estos días de sequía? ¡Dímelo, por favor! Necesito comer de lo contrario moriré. Su hermano, le respondió: En los establos de mi maestro hay mucha comida y toda el agua que necesitamos, él nos alimenta con mucho amor, no nos hace falta nada. Sus graneros nunca se acaban, y su pozo jamás se seca. Las lágrimas del potrillo salvaje no fueron suficientes para borrar la amargura de su corazón.
No  le pase a usted como a este potrillo que  quiso  vivir sin restricciones. No confunda la independencia con la libertad, Muchas veces por mantener lo que llamamos “nuestra   libertad” lo único que hacemos es apartarnos de nuestra fuente de bendición, es decir Dios, que dando a la merced de nuestros malos deseos.
Deseche esa independencia egoísta que nos hace pensar que tenemos el derecho de hacer lo que nos da la gana, desechando lo que Dios ha ordenado.  No sea iluso pensando que sin someterse a la disciplina y mandamientos del Señor  usted será libre.  Dios al que recibe por hijo lo azota  y lo disciplina para que produzca fruto de justicia Heb 12:6, 11
Servir a Dios no nos hace perder nuestra libertad,                  al contrario, es obedeciendo y sometiéndonos a Él cuando somos verdaderamente libres. Por eso Cristo Dijo: Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Juan 8:32
“La verdadera libertad siempre, nos acerca a Dios, porque nos conlleva a obedecer sus mandatos, si por el contrario nos aleja haciéndonos  violar sus normas, se llama, rebelión o independencia, por favor no le llames libertad "
 Por eso el Señor Jesucristo dijo:
     Jua 15:4 –5 Permaneced en mí, y yo en vosotros.        Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  5  Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 

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