2 de mayo de 2011

Directo a su conciencia

APRENDIENDO A DAR
 Erase un hombre. Que no solo se había quedado sin trabajo, tampoco   tenia nada para comer. Se sentía profundamente humillado al tener que tomar aquella determinación, pero no le quedaba otro recurso. Muy temprano salió de su casilla de tablas,  que había fabricado en las afueras de una villa, por que también se había que dado sin vivienda, agarró para el centro de la ciudad. No iba a buscar trabajo, iba a recorrer los botes de la basura porque el hambre que tenia era espantosa y ya no soportaba mas.
Comenzó muy de madrugada su recorrido. No quería que nadie lo viera, y además había que ganarle a los carros de la recolección. Destapó uno de los tachos y sintió la repugnancia de tener que escarbar allí para conseguir el pedazo de pan, o la media fruta que sería su alimento aquel día.
Con mucho asco fue seleccionando lo poco aprovechable que lograba sacar. Porque aún en la situación que estaba, conservaba sus delicadezas. En un bolso que llevaba fue guardando lo poco que le parecía más o menos bueno: media galleta, a la que rebanó la parte ya mordida; una manzana de la que separó la parte podrida; un corazón de repollo, del que tiró las hojas marchitas de afuera.
Poco a poco, y tacho a tacho, fue equipando su bolso, dejando atrás suyo y frente a cada parada, un reguero de desperdicios que ni siquiera quería volver a tocar para meterlos nuevamente en los depósitos de residuos. No quería perder tiempo, porque no deseaba que nadie fuera testigo de su situación humillante. Pero en una de esas, al mirar para atrás, vio que tenía un testigo inesperado, alguien que lo seguía. Otro pobre hombre, peor vestido que él mismo, recorría los mismos tachos de basura que él ya había revisado, y recogía en una bolsita de plástico muchas de las cosas que él había tirado.
Lo que él había considerado inservible, a ese hombre le serviría ese día como alimento. Se sintió tan inmensamente conmovido al comprobar lo que estaba sucediendo que, sin pensarlo dos veces, retrocedió y, abriendo su bolso, le entregó al mendigo la mitad de lo que había juntado. Y al compartir ese poco que tenia se sintió enormemente rico y feliz, Y mientras regresaba feliz a su casilla, miraba su situación actual desde otra perspectiva, ya que  podía entender que no tenia derecho a quejarse porque a pesar de estar en una lamentable situación, habían personas que estaban en peores circunstancias que  la suya. A demás lo que mas lo llenaba de felicidad  era haberse sentido útil y de bendición a otros a pesar de su lamentable y pobre situación.
La madre teresa de Calcuta dijo unas palabras muy sabias que vale la pena traer a colación  "Nadie es tan pobre como para no dar ayuda y nadie es tan rico como para no necesitarla”
Si deseas servir a Dios, ponte en acción AHORA! no hay que ir muy lejos para ver necesidad. Sal de tu círculo y de tu rutina de comodidad por un momento, incomódate un instante. Mira más allá de tus necesidades. Piensa una cosa… mientras tú te preocupas por el mañana, por como asegurar un futuro económico, hay gente HOY que está muriendo de hambre o quizás de tristeza, y lo peor… sin conocer al Salvador.
Quizás no puedas acabar con el hambre de todo el mundo, quizás ni siquiera con el hambre de un grupo pequeño de personas, pero harás una diferencia  muy grande cuando compartas a otros las riquezas inescrutables del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Recuerda siempre una cosa, no es suficiente con dar comida y vestido a los necesitados, es necesario llamarlos al arrepentimiento para que busquen primeramente el reino de Dios y su justicia y las demás cosas (comida, bebida, y vestido) vendrán por añadidura. Mat 6:33  La comida física calma el hambre por un momento, pero la comida espiritual sacia para siempre, el vestido físico solo cubre la desnudez del cuerpo, pero el vestido espiritual  cubre la miseria de los pecados para siempre. Juan 6:35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

Bendiciones.

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